Quien mira la obra de arte también la construye

La apertura mental, intelectual y sensorial es el mejor camino para vivir la experiencia estética del arte, en la que el observador tiene un protagonismo antes impensado.

“La comida del artista”, instalación de Víctor Grippo.

 

05/08/2013El arte tiene el poder de apelarnos profundamente y de hacernos sentir que el tiempo se detiene, porque frente a la experiencia estética, todo ser humano puede percibir algo nuevo que antes pasaba por alto.

Ya lo dijo Paul Valéry: “El artista ve donde otros no ven”. Toda obra de arte es percibida en el presente, pero también evoca percepciones pasadas y estimula nuestras emociones. Es probable que estos sean algunos de los mayores atractivos de la experiencia estética y los que tornan valiosa la permanencia de la obra.

La filósofa Elena Oliveras, en su libro “Estética: la cuestión del arte”, advierte que si bien la experiencia estética es universal, el concepto de arte no lo es, porque cambia según el contexto y las teorías históricas. ¿Cómo interpretar, entonces, el arte que fue producido de los años 60 en adelante?

Actualmente, es anacrónico buscar sólo el goce de la contemplación de la belleza, ya que la realidad contemporánea es demasiado compleja para poder expresarse por medio de una obra que copia e idealiza a la naturaleza. Es decir, el arte de tradición clásica greco-latina.

El cambio, desde los años 60

Lo cierto es que así como hay cambios de paradigma –de modelos de interpretación- en la ciencia, también los hay en el arte. Según diversos críticos, el paso del arte moderno al arte contemporáneo se produjo en torno a los años 60.

Esa convulsionada década fue marcada por hechos trascendentes, como la Guerra de Vietnam, el Mayo francés, la Primavera de Praga, el surgimiento del hippismo, la liberación sexual, entre otros. Muchos de estos sucesos estuvieron secundados por cuestionamientos y rebeldía frente al establishment y la mentalidad conservadora.

Del mismo modo, en aquellos años se amplió el concepto de arte, ya que las categorías artísticas tradicionales se quebraron y surgieron nuevos géneros, el video-arte (videos hechos por artistas), el arte de acción (happenings y performances), el arte conceptual (donde lo más importante es la idea que quiere manifestar el artista más allá de la materia de la obra), las instalaciones (obras que ocupan un espacio determinado y que hay que recorrerlas), etc.

Igualmente, hubo otros recursos que extendieron el concepto de arte: la inclusión de nuevas técnicas y nuevos materiales: ya sean industriales, efímeros o naturales, por mencionar algunos. Y también por el uso del fragmento y por el empleo de citas o apropiaciones del arte del pasado, que desde entonces, es visto como un repertorio posible de ser revisitado según las necesidades expresivas e ideológicas del artista.

Así como se extendió el concepto de obra, lo mismo sucedió con respecto a la libertad del espectador, no sólo porque se tornó participante activo sino porque la obra es completada por él. No es casual que el sagacísimo Marcel Duchamp sostuviera: “Son los espectadores los que hacen a la obra de arte”.

La recepción constructiva

A partir de esa década, el concepto de arte también perdió nitidez en su definición, volviéndose más mental. De aquí que el espectador, por medio del proceso de la recepción, construye su conocimiento sobre la obra.

En suma, es preciso considerar la transición que se produjo desde la obra como objeto (“obra cerrada”) donde sólo se procuraba la contemplación de la belleza, a las obras conceptuales y procesuales -en las que importan ante todo la idea y el proceso -, “obras abiertas”, en palabras de Eco, que inclusive, en ocasiones, muestran un aspecto inacabado.

Por consiguiente, para deleitarnos con la recepción constructiva del arte contemporáneo, es necesario apreciar el valor del concepto, animarse a realizar lecturas múltiples de la obra –inclusive aprendiendo a ver algo de otra manera y dejando de lado los prejuicios- y nutrirse del conocimiento teórico sobre el arte que nos aporta herramientas para la fruición de las obras de nuestra época.

Pero, fundamentalmente, sugiero apertura mental, intelectual y sensorial y, a su vez, permitir que el tiempo se detenga para poder gozar de las maravillas de la experiencia estética.

María Gabriela Figueroa es licenciada y profesora en Artes de la UBA

https://www.clarin.com/buena-vida/obra-arte-interpela-observador_0_HJBVKHiPXl.html

Cette entrée a été publiée dans arte le par .