Espacio de arte Dragón Blanco: Agosto de 2014
Juan Pablo Caro, Federico Porfiri y Pablo Zweig
La palabra “arte” tiene su origen en el término griego “techné” y en su equivalente latino “ars” que implican el métier de múltiples ciencias y oficios. Cuenta con una larga tradición en la historia del arte antiguo y medieval occidental asociada tanto la pericia técnica como al savoir- faire del universo de lo artesanal y lo manual.
Ahora bien, a partir del Renacimiento, el rol del artista se jerarquiza a través de singulares figuras como Leonardo, Miguel Ángel y Rafael quienes llegaron a ser considerados “genios”. Precisamente, Leonardo sostuvo que “La pintura es cosa mental”, con el fin de reivindicar tanto la experimentación como el carácter intelectual y creativo del trabajo artístico.
Del mismo modo, la palabra “ilustración” proviene del latín “illustrare” que significa “iluminar, dar luz al entendimiento”. En eso consiste la noble tarea del ilustrador quien procura iluminar y clarificar conceptos de las publicaciones a través de la poderosa elocuencia de las imágenes.
“Arte ilustrado” exhibe la obra plástica de tres destacados ilustradores: Juan Pablo Caro, Federico Porfiri y Pablo Zweig. Sus respectivas obras son una prueba fehaciente de que los ilustradores también pueden realizar grandes obras de arte. La calidad de esta muestra de-construye el mito falaz y anacrónico que niega la habilidad de los ilustradores para efectuar obras de arte. Dado que los artistas talentosos como Caro, Porfiri y Zweig pueden incursionar tanto en el arte como en la ilustración y ejecutar obras con pleno dominio de los recursos plásticos y a su vez, lograr por medio de una sagacidad intelectual que la riqueza formal fructifique en la riqueza semántica.
Juan Pablo Caro, presenta un dibujo eximio y un criterioso manejo del color. En sus pinturas aborda temáticas variadas que oscilan entre visiones fantásticas “Ciudad fantasma” y escenarios casi apocalípticos como en “Alerta planeta” – donde advierte sobre los futuros peligros de la contaminación in crescendo – y “Violencia física” – en la cual un maniquí destrozado evoca lo siniestro de la violencia de género -. Lo teatral de la seducción y la conquista al acecho afloran en “Polichinella”. Asimismo, los planteos ideológicos y morales asoman en “El deseo al infierno” de contenido cristiano ortodoxo o en “The day everything changed” cuando un hombre despoja a un ser híbrido de su máscara de dragón.
Federico Porfiri indaga en el género del paisaje de manera metafísica. La maestría de su dibujo se ve realzada por sus armonías cromático – formales que se manifiestan a través de una paleta acotada y del uso recurrente de las tramas. Sus paisajes metafísicos inducen a reflexionar sobre temas filosóficos y existenciales, como es el caso del tríptico “Tres estudios de Babel” – en el cual el cuestionamiento sobre la diversidad de lenguajes aluden al célebre episodio bíblico y también a la pluralidad de poéticas que puede explorar un artista contemporáneo -. En su pacífico díptico, “Meditación”, hace uso de elementos metafóricos como es el caso del árbol podado que sugiere la regeneración interior y la repetición de las tramas que recuerdan al ejercicio de introspección implicado en el título de la obra.
Mientras Caro y Porfiri demuestran una identidad entre sus pinturas e ilustraciones, Pablo Zweig posee una clara oposición entre sus ilustraciones depuradas imbuidas de cierta inocencia y sus pinturas más cercanas al expresionismo dotadas de una mirada irónica sobre los personajes representados. En su caso, ilustración y pintura operan como lenguajes opuestos y complementarios.
Pablo Zweig parodia la estética de las fotografías vinculadas a temáticas circenses y temáticas laborales de las décadas que abarcan desde los años ´30 a los ´50. Sus pinturas tienen el mérito de trabajar el retrato con una lograda intensidad expresiva que simboliza la vida oscura de sus protagonistas. En la serie de las mujeres del circo se percibe la mirada de Zweig sobre lo decadente, lo melancólico y lo bizarro de ese mundo. Mientras que en “Ojos sangrantes”, “Mujer chorreada” y “Antiparras”, da cuenta de la tristeza o la violencia que puede haber detrás de la alegría efímera de una vida paupérrima.
Para concluir, cabe recordar el pensamiento de Heidegger sobre la misión de la obra de arte de “resplandecer” para mostrarnos la verdad del ser. Sin embargo, esta verdad se muestra como “alétheia”, a modo de develamiento parcial y progresivo. Es por eso que los invito a olvidar la prisa y permitirse un tiempo para deleitarse con “Arte ilustrado”, una muestra cuyas obras resplandecen tanto por sus virtudes plásticas como por su profundidad crítica.
Lic. María Gabriela Figueroa