Entrevista a Javier Villa curador senior del MAMBA
El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), recientemente ampliado y renovado, reabre sus puertas con la muestra monumental Historia de dos mundos. Arte experimental latinoamericano en diálogo con la MMK 1944-1989, curada por Klaus Görner (Museum für Moderne Kunst, MMK), Victoria Noorthoorn (directora del MAMBA) y Javier Villa (curador senior del MAMBA). La muestra está integrada por 500 obras procedentes del MAMBA, el Museum für Moderne Kunst de Frankfurt y de colecciones de diversos países realizadas por 100 artistas y colectivos de América Latina, Estados Unidos y Europa. Desde una perspectiva global y poscolonial, por primera vez un museo europeo da acceso a curadores latinoamericanos a examinar su colección. La idea de diálogo entre dos continentes estructura la curaduría en base a temas o problemas con un predominio de obras latinoamericanas, lo que pone en relieve su potencia e interés.
La muestra es muy interesante y la curaduría quedó impecable.
¡Gracias! Fue un trabajo en conjunto con Victoria [Noorthoorn] durante dos años y medio. La muestra tuvo mucha aprobación del público, de la plana política, de los periodistas, los profesionales del arte y los artistas. Fue muy gratificante, porque la muestra interesó en distintas líneas de sentido y a públicos diversos.
Eso también se percibe en los textos de las salas que tienen nivel teórico, sin dejar de ser accesibles.
Me alegro que eso suceda porque la idea es que sirvan tanto para un investigador, un historiador, como para el público en general. Desde que entramos a trabajar con Victoria al museo (2013) buscamos pulir el lenguaje para que sea simple y directo, y llegar a una comunicación franca. El Moderno es un museo público, nuestra intención es que sea para el ciudadano de Buenos Aires, no sólo para una élite de entendidos.
¿Cuáles fueron los objetivos que se plantearon con Historia de dos mundos… tanto en Frankfurt –donde se exhibió primero– como aquí en Buenos Aires?
Respondiendo a tu pregunta, diría que, en Frankfurt, el objetivo fue ofrecer otro posible relato dentro del arte occidental; mientras que, en Buenos Aires, es ofrecer una cantidad de obras históricas a las que el público habitualmente no tiene acceso.
Esta decisión del MMK de invitarlos a vos y a Victoria a trabajar como curadores se enmarca en el proyecto de la Kulturstiftung des Bundes (Fundación de Cultura de la Federación Alemana), que lanza una convocatoria orientada a los principales museos alemanes para dotar a sus colecciones de una perspectiva más global. ¿Este proyecto está en sintonía con el giro historiográfico que aborda el arte latinoamericano desde otras narrativas?
El proyecto alemán de «The Global Museum» se origina en un contexto del problema migratorio en Europa, ante el cual, agregar narrativas es políticamente correcto. Pero, para nosotros, fue también una oportunidad para provocar al poner en diálogo algo que siempre fue constante en nuestra cultura a través de apropiaciones, resistencias, rupturas, etcétera. Para la cultura europea el poner en diálogo es algo más reciente, que surge a partir de las teorías poscoloniales y los nuevos contextos socio-políticos.
Por otra parte, la perspectiva alemana del «arte global» tiene afinidad con la decisión de la Tate Gallery, el MOMA y el [Museo] Reina Sofía que han comprado mucho arte latinoamericano. Ahora bien, más allá de las inclusiones y de la igualdad, hay que comprender los discursos globales y poscoloniales desde una perspectiva crítica.
¿Cómo concebís tu trabajo en la curaduría, teniendo en cuenta que, además de curador, también sos artista [Javier es parte del colectivo artístico «Rosa Chancho»]?
Yo cursé Licenciatura en Artes en la UBA. Cuando terminé la carrera, en el 2006, no había mucha oferta de estudios en curaduría. Mi formación como curador la empecé desde la praxis, con artistas como Guillermo Faivovich y el grupo «Rosa Chancho». Como artista puedo tomar un objeto cultural y modificarlo. En el museo, como curador institucional, no hago eso, pero igual intento abordar mi práctica desde lo experimental más que desde lo académico.
Ante una curaduría lineal y monótona, el público se aburre. Pienso que la obra tiene que lucirse siempre. Yo creo en una curaduría autoral, en producir un sentido y una narrativa a partir de distintas herramientas como, por ejemplo, la fusión espacio-concepto. En Historia de dos mundos…, la sección dedicada a los artistas concretos posee una pared divisoria que parece flotar, eso alude al marco recortado o shaped canvas.
La autoría curatorial y la fusión espacio- concepto se aprecian en la muestra, porque el diseño espacial, inclusive lo cromático, están pensados en función de las temáticas expuestas. Se nota que los criterios curatoriales consideran tanto elementos formales como conceptuales que se estructuran en relaciones de semejanza y de oposición, o de semejanza con sus matices diferenciales.
En la curaduría de la muestra es fundamental la idea de diálogo entre dos continentes: Europa-EEUU y América Latina. Ese diálogo es muy variable ya que, a veces, se muestran cercanos y paralelos; y, otras, presentan choques y contrastes. El concepto de «diálogo» también permite mostrar la complicidad e igualdad entre los artistas.
Asimismo, en Historia de dos mundos… también están las semejanzas y diferencias que mencionaste. Trabajamos en base a problemas o temas abordados desde distintas formas o estrategias. Se eligieron artistas de diferentes tendencias con distintos juegos formales y conceptuales. Algunos de los ejes de la muestra son: el momento de discusión en la pintura, que cuestiona qué es y qué pasó con ella; el arte concreto argentino y brasileño, y su relación con Fontana; el arte participativo y el arte conceptual, entre otros.
En relación con los artistas de esta exhibición, ¿cuál consideras que es el rol del artista en la sociedad? ¿Lo pensás como un agente de cambio?
Al artista le cabe el rol de cambiar la sociedad en relación con la creación, la creatividad y la imaginación. No implica que el arte tenga que ocupar el rol de la política. De hecho, los artistas de la muestra no están ahí, únicamente, por su denuncia política. El artista, desde su obra, puede darle a la sociedad una reflexión sobre lo que está pasando. Es decir, él puede actuar desde un lugar cultural, de reflexión y creatividad, hacer aportes, sin ponerse la presión de tener que cambiar un sistema de base. Tal es el caso del concepto del «hombre-color» de Oiticica, quien fue a las favelas y, a través de las telas coloridas y la samba, le daba a la sociedad una reflexión sobre lo que acontecía en Brasil en ese entonces. Otra línea es la de Cildo Meireles, quien sostenía que «no hay que trabajar con la pólvora, sino usar la pólvora», lo cual se evidencia en su obra.